Sunday, January 06, 2008

Regalo de Reyes... Sombragris: un caballo de carreras

Estas Navidades ha aprendido que la vida ni la felicidad responden a un hecho circunstancial... Pues para vivir al máximo cada minuto no puedes irte a dormir sin tener una ilusión y un sueño que acunar entre las sabanas.

Quizás el mejor regalo de Reyes que he tenido este año consiste en esto; en disfrutar de cada instante como único e irrepetible que es: único por las personas que están a tu lado (a pesar de la distancia) irrepetible porque los sentidos dotan de significado a cada pequeña experiencia de la vida, por minúscula que parezca.

La vida y la juventud no tendrían sentid sin un: “¿Y por qué no?” Una pregunta que desentrama el meollo del auténtico CARPE DIEM, ese vivir cada instante por lo qué es... único e irrepetible, sin miedo al mañana.

"Por unos instantes, fijas mis pupilas en las suyas, sentí como si el alma se me estuviera a punto de quebrar. Durante toda la mañana Javier no había hecho más que rodear el tema que nos había llevado hasta allí, sin llegar a abordarlo de lleno. Incluso, por primera vez, había mostrado preocuparse por mi salud. No quería afligirle más, ni cargar su conciencia con mis penas. Por ello, en aquel momento, vi la urgencia de resucitar a la auténtica Cristina.

¡¿Me estás retando?! Le agarré con ímpetu por la cintura. Entonces verifiqué la realidad de su brazo sobre mis hombros y reforcé su abrazo rodeando con decisión su muñeca con mi mano libre.

Y aligeré el paso como nunca lo había hecho hasta entonces, obligándole por primera vez a segur mi ritmo. Recorridos unos 100 metros frené en seco, no por el cansancio; acababa de cruzar por mi mente una idea absurda y arriesgada. “Típica de Cristina”; pensé. Y, mientras arqueaba una ceja, dejé entrever una sonrisa pícara que le desconcertó todavía más.

Hasta el sauce… ¡A tope!Exclamé.

Javier miró en frente. A lo lejos, a unos 200 metros, se recortaba la silueta inconfundible (por sus hojas lacrimógenas) de aquel bellísimo árbol. En sus ojos, sin embargo, no percibí titubación alguna, más bien parecía esperar la señal para afrontar aquel descabellado reto.

Preparados… listos… ¡YA!

Corrimos… Y en aquella singular cursa cooperativa no fui yo la única que dio lo mejor de si misma. A diferencia de lo que había previsto, Javier se entregó a ella con la misma pasión que yo, poniendo todo su ser en cada paso y movimiento, sin miedo… con una decisión que me enamoró.

“¿Javi, puedes sentirlo? No es velocidad… es la libertad en estado puro rozando tus mejillas. Este es el beso que cada mañana quise darte, sin saber cómo.”

Entonces, a menos de dos metros de alcanzar el sauce, improvisé un frenazo de emergencia con un giro que me permitió encajar el golpe con el árbol y acto seguido sujetar con fuerza a Javi para que no perdiera estabilidad.

En aquellos momentos el sauce, mi cuerpo y Javi formamos un improvisado sándwich. Y sintiendo por primera vez el esfuerzo de aquella gesta, me dejé arrastrar lentamente por la gravedad, atrayendo, con cuidado, su cuerpo con el mío. Cuando al fin logramos alcanzar el césped me hice a un lado para que ambos pudiéramos apoyarnos en el árbol y recuperar fuerzas.

Ante nosotros se alzaba una panorámica magnífica de la mansión Castellarnau. Por un tiempo permanecimos ambos en silencio, dirigiendo nuestras mirada hacia la misma mientras sentíamos que el corazón marcaba el frenético compás del sobreesfuerzo.

¡Ha sido una locura!¿Por qué lo has hecho? ¡No tenías qué demostrar nada! Exclamó una vez logró recuperar su aliento.

Presentí su mirada inquieta sobre mí, esperando una respuesta. Mantuve la mirada perdida en la mansión unos instantes más y al fin empecé a explicarme, con dificultad.

En la escuela… cogí aire para respirar…Siempre fui muy mala en las cursas de relevos, porqué me obsesionaba pensar que, entre la velocidad, la competitividad del juego y la presión ante el deber de hacer las cosas bien, no sería capaz de responder a tiempo y coger o entregar adecuadamente el palo de relevo. Llegué a creer incluso… volví a inspirar con fuerza. que por mis escasas aptitudes deportivas mi equipo perdería SIEMPRE por mi culpa. Aquel temor un día se convirtió en pánico, y me volví más torpe de lo que en realidad era, menospreciando las auténticas aptitudes de mi cuerpo. –Respondí entonces a su mirada. –Lo he hecho porqué me lo debía a mi misma… Era una carrera que tenía pendiente desde hace años. Y le sonreí con dulzura. Pero ante todo te lo debía a ti. Porqué tú me has demostrado, estos últimos meses, la importancia de dar siempre lo mejor de uno mismo; de exigir al cuerpo incluso por encima de sus capacidades, para no quedarte nunca atrás. Me has enseñado también que en la confianza mutua es dónde reside la verdadera fuerza y valor del trabajo en equipo… Porqué dónde no pueden llegar dos pies llegan cuatro."

Retrato sin nombre by Galatea

Capítulo VIII, Julio 2007