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Hay ausencias que cuestan de llenar… la mayoría responden a sentimientos, personas y objetos descubiertos, a los que podemos etiquetar, poner nombre o ubicar en unas coordenadas espacio-temporales concretas.
Otras, sin embargo, escapan de nuestro conocimiento: aquella POSIBLE sucesión de vocablos que tan bien describiría un sentimiento que nos desborda (y nunca se han trascrito) o el sonido inequívoco de una voz única y verdadera (jamás escuchada)…
La composición más melódica nos llena al punto de sentir profundamente la ausencia de la misma; el más bello cuadro nos atrapa hasta fundirnos en él; hay literatura que otorga vida y llena de luz los rincones más oscuros del alma.
Últimamente siento profundamente esa sed inexplicable, una necesidad extraña de CREAR, o (en ausencia de talento) sentir al menos como propia una creación artística ya dada con la que comulgar.
Pero hay más… Hoy sufro con hondura esa espina clavada: nunca tuve determinación suficiente para aprender a tocar el piano. Y ese arte, experimentado en primera persona, nadie lo materializará por mí.