Wednesday, January 03, 2024

Redefinición del "yo".

Hace años cometí la torpeza de creer que en el "nosotros" se encuentra la expresión más completa del "yo". Y me equivoqué. No puede haber un "nosotros SANO" sin un "yo REALIZADO" y seguro de sí mismo. Un yo capaz de entrar en las aguas turbulentas de su existencia y aceptarse y quererse tal como es. 

Cuando no nos queremos, dejamos que nos pisen, cedemos en todo y no ponemos límites a las situaciones de abuso y falta de respeto… acabaremos cometiendo el error de tomarnos la vida como una fuerza que nos impulsa, como esa estampida que nos empuja hacia adelante, sin voluntad. 

Y con ello nos desgastamos día a día -y año tras año- sin más metas que atender a las obligaciones laborales y familiares. Existiendo sólo para los otros, disipándonos en el contexto de nuestra realidad, sin más, sin atender a ese "ego" que hemos aprendido a silenciar. 

En esa existencia de supervivencia encontramos en la sonrisa y el abrazo de un hijo la fuerza y la motivación vital que nos mantiene ahí, "cuerdos". Y por años parece suficiente, y toleramos elementos tóxicos del entorno que van debilitando nuestra energía y cambiando nuestra esencia. Convirtiéndonos en títeres sin voluntad, en el paño de lágrimas de los nuestros, pero también en seres débiles y manipulables para aquellos que saben donde darnos y cómo exprimirnos y sacarnos hasta la última gota de sangre. Lo que a los 20 años era inocencia y inexperiencia, a los 40 se ha transformado en nula autoestima, depresión y ansiedad. En resumen: Crecimiento personal 0.0.

Hasta que llega ese día en el que, para no perder por completo la cordura, nuestro cuerpo dice: "basta ya" y tenemos que enfrentarnos solos a un golpe de salud que por poco termina con nuestra vida. En ese contexto observamos que nuestro entorno en vez de darnos tregua nos oprime todavía más; relativiza nuestra enfermedad y nos exige seguir asumiendo ese rol degradante y asfixiante de chivo expiatorio. Y sólo queremos huir, encontrarnos de nuevo a nosotros mismos y aquello que antaño nos hacía felices. Se activa en nosotros un instinto de supervivencia y una fuerza por agarrarnos a esa promesa de vida en el que por fin seamos MOTORES de nuestra existencia. Y nos vemos capaces de sacrificarlo todo, sin miedo ni culpa… sin vergüenza. 

Hoy brindo por el cambio, por un presente y futuro de liberación de ese YO SILENCIADO, por la victoria y resurrección de todo fénix de sus propias cenizas.