
No se dice.
Acude a nuestros ojos,
a nuestras manos, tiembla, se resiste.
Dices que esperas -te esperas- desde entonces,
y sabes que el adiós es inútil y triste.
Jaime Sabines
Tú... ¿Como llamarte? Tan solo eres una idea forjada en mi mente y liberada tras el proceso creador... ¡Pero qué ensoñación! ¡Qué vida! ¡Qué TODO! Quédate conmigo hasta que llegue al punto y final de tu existencia y mis ojos contemplen entre líneas, en la melancolía del último adiós, lo -sobre ti- jamás escrito.
Hay personas que no sueñan -o mejor, no viven-. Son aquellas que, como nos dice el poeta, sólo esperan del día el ansiado instante en el que nuestro "paso, al fin del día, gane la orilla oscura en que cesan las pruebas de estar solo." (Yo, a veces, soy una de esas personas, no me avergüenzo de ello.)
Qué es más verdadero ¿Soñar una vida o vivir un sueño? ¿Y si al soñar una vida nos perdemos y no logramos despertar? ¿Y si al vivir un sueño nos damos cuenta de que ese sueño sólo consiguió perfección cuando no se alcanzaba? ¿Y si... ?
El ser humano es un pozo de preguntas sin respuesta, y sólo en la poesía -y en el arte- logramos enfocar algun ángulo de sus múltiples realidades.
"Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía...
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!"
Te envuelve, te toca y te devuelve fieramente a la realidad...
...Tu realidad:
todo aquello que se sufre,
que se teme
y que se ama.
al compás de un tambor en eterna percusión.
Como no calla el sentir,
el saber,
el conocer...
que todo andar siempre deja h u e l l a...
... en los desiertos del alma.
Soneto LXX
"Tal vez herido voy sin ir sangriento
por uno de los rayos de tu vida
y a media selva me detiene el agua:
la lluvia que se cae con su cielo.
Entonces toco el corazón llovido:
allí sé que tus ojos penetraron
por la región extensa de mi duelo
y un susurro de sombra surge solo:
Quién es? Quién es? Pero no tuvo nombre
la hoja o el agua oscura que palpita
a media selva, sorda, en el camino,
y así, amor mío, supe que fui herido
y nadie hablaba allí sino la sombra,
la noche errante, el beso de la lluvia."
Soneto LXXI
"De pena en pena cruza sus islas el amor
y establece raíces que luego riega el llanto,
y nadie puede, nadie puede evadir los pasos
del corazón que corre callado y carnicero.
Así tú y yo buscamos un hueco, otro planeta
en donde no tocara la sal tu cabellera,
en donde no crecieran dolores por mi culpa,
en donde viva el pan sin agonía.
Un planeta enredado por distancia y follajes,
un páramo, una piedra cruel y deshabitada,
con nuestras propias manos hacer un nido duro,
queríamos, sin daño ni herida ni palabra,
y no fue así el amor, sino una ciudad loca
donde la gente palidece en los balcones."
Pablo Neruda, 1959
Marc Chagall: Birthday, 1915
“¿Sabes? La deliciosa sensación mía era la de poder localizar lo abstracto. Es, en suma, eso el amor. El amor no es otra cosa que el localizar en un ser, en un nombre, en una vida, dentro de los límites de un rostro y un cuerpo todo un mundo de abstracciones y anhelos, de espacios infinitos e irrealidades sin medida. Todo toma cuerpo y carne. Ese vasto complejo de deseos, de ilusiones, de afanes que flotaba, indeciso, sin saber dónde posarse se encierra en un ser, se concreta, se encarna. Ya tiene dónde vivir. Y empieza el conflicto. ¿Será ese ser, ese cuerpo lo bastante grande para contenerle, para recibirle en su enorme infinitud? Ése es el terrible papel del que ama y es amado. Tener que ser a la vez un individuo, radicalmente único, incomparable, y todo el mundo. Ser limitado e ilimitado. Estar en un lugar y en todas partes. Pero el principio del amar es siempre un localizar, un escoger el lugar humano, el ser, donde va a intentar alojarse el inmenso volumen de nuestro amor.”
Pedro Salinas
Carta 74 a Catherine Whitmore
A veces ves un cuadro y no sabes la profundidad que encierra ¿que movió al pintor a escoger ese tema, esos colores o a expresar tanta dulzura, sinuosidad o decisión con una sola pincelada? A veces la técnica disfraza una realidad que, tratada de otra manera, quizás más clásica o inteligible, despertaría incluso sensibilidad en las piedras... A veces nos tropezamos con diamantes que somos incapaces de reconocer o valorar. (¿O quizás somos nosotros quienes, en algún punto de nuestra existencia, confundimos –o nos enseñan vergonzosamente a confundir- los términos hasta el punto que a la “piedra” la acabamos llamando “diamante” y al “sol” ”tinieblas”?)
Este fue mi pecado... Hasta hace casi dos años, ante “La tempestad” de KoKoschka por ejemplo, sólo veía deformación de formas, tosquedad de técnica o decadencia. Hoy, sin embargo, veo POESÍA... y no me dice menos –aunque con otro lenguaje- que éste poema tan íntimo de Neruda:
"A veces te hundes,
caes en tu agujero de silencio,
en tu abismo de cólera orgullosa,
y apenas puedes
volver, aún con jirones
de lo que hallaste
en la profundidad de tu existencia.
Amor mío, qué encuentras
en tu pozo cerrado?
Algas, ciénagas, rocas?
Qué ves con ojos ciegos,
rencorosa y herida?
Mi vida, no hallarás
en el pozo en que caes
lo que yo guardo para ti en la altura:
un ramo de jazmines con rocío,
un beso más profundo que tu abismo.
No me temas, no caigas
en tu rencor de nuevo.
Sacude la palabra mía que vino a herirte
y déjala que vuele por la ventana abierta.
Ella volverá a herirme
sin que tú la dirijas
puesto que fue cargada con un instante duro
y ese instante será desarmado en mi pecho.
Sonríeme radiosa
si mi boca te hiere.
No soy un pastor dulce
como en los cuentos de hadas,
sino un buen leñador que comparte contigo
tierra, viento y espinas de los montes.
Ámame tú, sonríeme,
ayúdame a ser bueno.
No te hieras en mí, que será inútil,
no me hieras a mi porque te hieres."
Pablo Neruda
El Pozo
Pasa algo parecido con las personas, muchas de ellas pasan sólo como sombras que se cruzan en nuestro camino... Cuando no existe una voluntad de mirar detenidamente en su interior y la llamamos “sombra” o “piedra tosca” cuando en realidad es “sol” o “diamante” no somos culpables de nuestra ceguera. Pero otras veces, con la mayor sutileza, bajo el disfraz de palabras como “libertad”, ”honra” o “honor” se encierra el peor de los egoísmos. Y podemos llegar a hacer verdadero daño a personas con las que hemos compartido mucho o parte de nuestra existencia. No hay nadie mejor que nadie, todos somos víctimas y verdugos de nuestras propias miserias. Hay que tenerlo en cuenta y tener la valentía de rectificar antes de que el tiempo nos pase factura y ya no haya ocasión de dar marcha atrás.
Ni la vista (como sentido que nos puede algún día llevar a apreciar o menospreciar la genialidad del arte) ni el alma (como firma única -pero a la vez heredada- de cada individuo, capaz , a la par –como ya dijo Viktor Frankl en su día- de lo más grandioso y lo más degradante) son tesoros que debería “domesticar” o “dirigir” nuestra sociedad. ¡Y hay que luchar para que así sea!
¡Necesitamos librepensadores! Y cada vez con más URGENCIA.
Cada momento de nuestras vidas puede ser un Gran Carpe, pero es preciso comprender que más que el “cómo” y el “cuándo” (o incluso el “cuánto”) importa el CON QUIEN lo compartes.